Las pantallas nos estallan en la cara y enceguecen la mirada de nuestro alrededor. Pasan atrocidades todo el tiempo, a veces, en frente nuestro, pero seguimos escroleando. El abuso sexual es una de ellas. Parece que con la justicia no alcanza, si es que llega. Prevenir se convirtió en un slogan estatal sin presupuesto y solucionar el problema una utopía. Mientras tanto, los casos aumentan y nadie parece saber qué hacer, por dónde empezar. En los registros militantes recientes hay una pista: los feminismos. Pero tampoco alcanza. ¿Qué hacer? ¿Por dónde seguir? ¿O empezar? Creemos que por poder narrar las experiencias.
Martín Landers nos propone un ejercicio: mirar y, a partir de ahí, reflexionar para entender. Entender también es prevenir. A partir de escenas, nos invita a ensuciarnos para salir de la impoluta corrección política a la hora de hablar sobre algunos temas. Para sentir y para pensar, y que la crudez nos encuentre juntos.
Bienvenidos y bienvenidas a la 12va entrega de Total Interferencia, el newsletter que narra el fin de la metáfora.
Dirección: Federico Gómez Moreno
Edición y diagramación: María José Bovi
Los lobos ahora se excitan
tiemblan frente a la TV.
Aunque el plan sale de prisa,
el plan va saliendo bien.
“Dientes de Cordero” de Los Piojos
Lo que escribió Andrés Ciro Martínez pasando la crisis del 2001 bien podría ser una postal de esta época. Ollas que destellan en la noche gris, carnaval del hambre, piquetes, horcas, muerte, poder. Duele la risa, duele cantar. Con una pequeña o inmensa diferencia.
En la canción de Los Piojos el poder es ciego. Allá en los dosmiles, la TV, la radio y los medios gráficos se repartían el tablero de la comunicación masiva. Internet era apenas un incipiente fenómeno global al que no accedía el ciudadano de a pie. Desde hace rato que las pantallas ganaron un papel cada vez más protagónico en la producción de subjetividad. Dicho de otra forma, nuestra manera de pensar, sentir, no sentir, actuar, de relacionarnos con los demás, con el entorno y con nosotros está muy vinculada a lo que hacemos frente o dentro de las distintas pantallas que forman parte de nuestras vidas. Es poco lo que sucede al margen de esos oráculos luminosos. Omnivisibilidad: el poder lo ve todo, pero ¿lo muestra todo? No. Esconde una parte importante. ¿Qué extraen de nosotros las pantallas? ¿Qué buscan, que capturan, que venden? Les ofrecemos con gusto información sobre nuestros intereses, vínculos, horarios, lugares frecuentes, proyectos, salud, sexualidad, placer, desagrado.
Ese poder polimorfo y polivalente que anticipaba Foucault ha intensificado sus formas, ha afinado su precisión, ha expandido y multiplicado sus nodos bajo el mismo cruel objetivo: hacer de todxs y de todo un objeto de consumo. Incluso la sexualidad. No. Sobre todo, la sexualidad e incluso las infancias.
Ayer con fuerzas de seguridad, diagnósticos psiquiátricos, instituciones educativas, redes de vigilancia explícitas estatales o paraestatales, registros y más registros. Con aquel panoptismo social que tenía por objetivo la transformación de la vida en fuerza productiva al servicio de la industria. Hoy, con una soberanía del entretenimiento que se acerca más a Un mundo feliz de Huxley a aquel Gran Hermano de Orwell, maquinaria que perdió el pudor y se volvió más visible que nunca para hacer de cada célula un impulso vital al servicio del consumo. No hay prudencia para ponerle palabras al horror, sobre todo si queremos hacer prevención en tal vez la más terrible de las problemáticas sociales.
Tomo el guante de Total Interferencia y su propuesta de partir “desde las profundidades territoriales, esas que la academia describe pero poco camina”. Quiero poner el acento en la mirada, en las representaciones, en los sentidos que se construyen, en las imágenes, las fotografías, las bandas sonoras, los testimonios, las palabras, las emociones, hasta donde pueda. Lo haré a través de escenas sueltas con las que pretendo ir tejiendo hasta dar puntada en la conclusión final.
1. Los lobos
El lobo es la imagen arquetípica por excelencia de la criatura maliciosa que acecha en los cuentos infantiles. A veces solitario, a veces en manada, pero siempre sigiloso. Fuera de la ficción, los lobos no siempre esperan desde las sombras del bosque. A veces gozan de popularidad, prestigio, poder adquisitivo, encanto.
6 de septiembre de 2024. Ingresando a la página de la Cámara de Representantes de la provincia de Misiones, entre los diputados todavía se encuentra Germán, un muchacho serio en la foto oficial. Sostiene un micrófono entre las dos manos, lleva una camisa que exalta en blanca, el brillo metálico de un reloj enorme en la muñeca y una barba prolija. Esmero en su apariencia. Aspecto cuidado, “acorde”, dirían las primeras líneas de un informe psicológico con muy poca osadía. Es un diputado elegido democráticamente, pertenece al partido Activar alineado con el actual gobierno nacional, el mismo que hizo campaña junto con la Ministra de Seguridad Patricia Bulrrich.
Hace unas semanas. Se habló de él en los medios y no precisamente por un proyecto de ley o alguna otra labor legislativa. Se popularizó que antes de incursionar en la política subía videos a Youtube con contenido humorístico (se nos cagaba de risa en la cara) y de magia dirigido a público infantil bajo el nombre de El show de magia del tío Germán. Solo la magia podría llevar al portador oculto de una base de datos con material de violencia sexual infantil a ser elegido por el pueblo como diputado. Un día electo por el voto popular, hoy imputado por “tenencia, consumo y distribución de material de abuso sexual infantil”. Esto tampoco fue tan mágico ni tan excepcional. Unas semanas antes y un poco más cerca, quien nos gobernó en Tucumán por 12 años, quien hasta hace poco fue Senador nacional, fue condenado por abuso sexual a su sobrina. Y si miramos a la lista de quienes están siendo investigados y aún esperan condena, la fila crece. Funcionarios del ejecutivo, legislativo y judicial, de las universidades, de los medios, del fútbol de cada domingo.
Regresando al caso Kiczka, en las semanas en que todo esto se discutía en los medios y se investigaba en la justicia, el Presidente likeó un meme donde se puede ver en una foto al acusado junto a Martin Tetaz con el epígrafe “Prueba gráfica del diputado pedófilo de Misiones queriendo abusar de un pibito” bromeando con las diferencias de altura y la apariencia infantil del economista. Un tiempo atrás durante su campaña había dicho que el Estado era un pedófilo en un jardín de infantes. O que él estaba en medio de las sábanas.
Si hacemos el ejercicio de mirar el cuadro desde afuera por unos segundos, lo que ocurre es insólito. La primera conclusión es lapidaria: estamos gobernados, legislados, educados y entretenidos por agresores sexuales.
2. Lo que incomoda no es para cualquiera
Diciembre de 2018. Me encuentro finalizando el primer año de la Especialidad en Psicología Jurídica en la Universidad Nacional de Córdoba (UNC), y el módulo del mes es sobre abuso sexual infantil. La docente a cargo: Irene Intebi, quizás la mayor exponente nacional en la clínica, docencia, investigación y activismo sobre el tema. Presidenta desde 2009 de la ISPACAN, Sociedad Internacional para la Prevención del Maltrato Infantil.
El inicio de su clase es notable, y debo confesar que más de una vez replico —con la debida atribución a su autora— esta dinámica inicial cuando me toca dar clases sobre el tema. La Dra. Intebi, trajeada y formal, se presenta y nos propone tomarnos un minuto para compartir con el compañero o compañera del lado una experiencia sexual gratificante que hayamos tenido en el último año. Sí, conversar con el que tenemos sentado a la par sobre algún garche o cualquier experiencia sexual placentera del último año. Se generan murmullo, parálisis, alguna colega cordobesa de humor rápido dice en voz alta que para encontrar una experiencia gratificante se queda corta con un año y tiene que remontarse mucho tiempo atrás, rompiendo la tensión con risas. La profesora corta la dinámica con la siguiente intervención: ¿Qué les pasó? ¿Qué sienten? Algunas rspuestas llegan al voleo desde los asientos: vergüenza, incomodidad. Si les da vergüenza relatar una experiencia gratificante, imaginensé lo que debe ser relatar una violación de la que fueron víctima. El silencio indicaba que el mensaje había llegado. Si conversar con un compañero aquí en un lugar seguro sobre algo que hicieron voluntariamente y disfrutaron les incomoda, imaginen lo que debe pasar una víctima al relatarlo en una cámara Gesell, o peor, en una fiscalía, o peor aún, en una comisaría donde no debería suceder, pero sucede. Si quieren trabajar en este tema, sepan que lo que van a escuchar incomoda. No es para cualquiera. Algo así fue lo que nos dijo y me conquistó.
3. “Mirá como me ponés”, dijo Darthes. “Mirá cómo nos ponemos”, respondieron.
4 de diciembre de 2018. La actriz argentina Thelma Fardín presenta en la justicia de Nicaragua una denuncia contra su colega Juan Darthes por un presunto abuso sexual. Fardín cuenta con el apoyo del colectivo Actrices Argentinas Unidas, que además de continente y sostén emocional generan todo un despliegue mediático que permite que esta situación, en particular, y la problemática, en general, se visibilice y ocupe un lugar en la opinión pública (la clase magistral de Intebi que mencioné en el apartado anterior parece haber estado orquestada con la agenda de los medios y la opinión pública de este momento).
Al mismo tiempo, se observa en los medios una crítica social despiadada que deslegitima el testimonio de Fardín. El argumento básico en el que aterrizan la mayoría de los cuestionamientos a la actriz aluden al tiempo transcurrido entre el hecho y su denuncia. La opinión pública exige a Fardín una linealidad entre el hecho y la posibilidad de ponerlo en palabras que desconoce la forma en la que se inscribe o elabora un acontecimiento traumático en el psiquismo (“potencialmente traumático o disruptivo” sería más apropiado llamarle, como hace unos años me corrigió en mi tesis sobre este tema el Dr. Oscar Santini, instruido en la obra de M. Benyakar. Para que un hecho de estas características devenga en traumático se requiere de una imposibilidad del psiquismo para asimilar la experiencia. El estancamiento y la fuerza gravitatoria de un trauma requiere de un ciclo de la experiencia interrumpido con una rigidez tal que imposibilita encontrar salidas alternativas, creativas o flexibles, dejando una Gestalt abierta sin posibilidad de conclusión. Sea traumático, disruptivo o interrumpido, es horrible y punto).
Lo que le pasó a Fardín sucede todavía y es muy frecuente escuchar en cualquier caso en donde se visibiliza una denuncia por abuso sexual. ¿Por qué tardó tanto en denunciar? ¿Qué intereses tiene para aparecer ahora? Incluso la falta de una red de apoyo que crea, contenga y acompañe puede causar tanto o más daño que el hecho en si mismo.
Cada quien maneja el horror del que fue sobreviviente como puede. Es perverso y cruel exigir una forma unánime de enfrentar el sufrimiento.
4. Los tiempos de acompañar
También por esa época. Hablando de denuncias, de tiempos y formas de pararse frente al sufrimiento, hay una experiencia a la que siempre me remito. Desde un servicio hospitalario asistencial, acompaño a una paciente a la Oficina de Violencia Doméstica (OVD) a realizar una denuncia en contra de su pareja por violencias varias, entre ellas, violencia sexual. Nancy (así vamos a llamarle) llegó con un manchón morado en la mitad de la cara, un derrame en el ojo, la ropa con signos de forcejeo, y una actitud que no difería en absoluto de los encuentros anteriores. Como si nada. Sin dudarlo, le manifiesto mi preocupación y me ofrezco acompañarla si desea denunciar. Acepta. Llamo a la Oficina de Violencia Doméstica de la Justicia para consultar por quién seríamos recibidos1.
Vamos en un taxi, cruzamos el palacio de Tribunales, presento a Nancy con la referente de la OVD que nos atiende y me retiro indicándole que la espero al día siguiente en el servicio para que me cuente cómo le va y continuemos el tratamiento por adicciones que realizaba. No asiste. Cuando me comunico con la referente de la OVD me comenta que, a último momento, decidió no realizar la denuncia y se retiró.
En la siguiente reunión de equipo, al trabajar el tema, se cuestiona mi intervención de acompañarla. No por un criterio clínico, sino más bien administrativo: por los riegos que corrí yo al por retirarme por una hora del servicio sin un permiso firmado (la “comisión de salida”, un papelito de usos variados que bien sabe circular por el intersticio de la norma) y sin la cobertura del seguro. Si el cuestionamiento fuera clínico, sería válido. La negativa de Nancy a la denuncia y su ausencia al tratamiento indican que no estaba preparada subjetivamente para denunciar, aunque haya aceptado la propuesta de hacerlo.
Por supuesto hay códigos de ética y protocolos de intervenciones que nos indican la responsabilidad institucional y profesional de denunciar este tipo de asuntos. Si esa denuncia se realiza sin considerar los tiempos subjetivos de la víctima y el equipo interviniente desde su criterio considera que cuenta con el tiempo jugado —pero tiempo al fin— para trabajar con la paciente en romper el velo, en ocasiones se puede esperar y acompañar para construir esa posibilidad. En otras, como cuando se trata de infancias, el riesgo es mayor y la espera menor, o nula.
En este caso, tal vez me apresuro. Nancy vuelvo al mes, me cuenta que ha realizado la denuncia la semana anterior y que su pareja está detenido con prisión preventiva y con una restricción de acercamiento. Me agradece con mucha gentileza el acompañamiento, aunque en esa oportunidad no estaba lista para denunciar.
Hoy. El caso me enseñó mucho sobre los tiempos de acompañar, y lo presento en un par de congresos. Creo que ahí nace gran parte de mi interés en involucrarme en estos temas, pensar, escribir, hacer algo, mirar, meterme (aunque me valga un tirón de orejas administrativo). Me encontré con muchas Nancys en estos últimos años, aprendí a leer timing entre la urgencia, el riesgo y las posibilidades subjetivas del/la sobreviviente. Sobre todo, como en el caso de ella, cuando los abusos vienen de un historial que se remonta a la infancia, a los primeros vínculos de referencia, donde su idea de un adulto, del cuidado, del amor, de la autoridad, se construye de múltiples experiencias de violencia, abuso y silencio del entorno.
Elegí como tema de investigación el abuso sexual en pacientes que realizan tratamiento por adicciones para la tesis de la Especialidad en Psicología Jurídica que hace unas semanas atrás defendí. Estuve dos años entrevistando y analizando entrevistas a sobrevivientes de abuso sexual con problemas de consumo de sustancias en un protocolo cuidadosamente diseñado para que la entrevista no fuera revictimizante. Dos años más escribiendo los resultados y discusiones, revisando, corrigiendo. Otro año más esperando los dictámenes del jurado y la fecha para la defensa. Antes, presenté avances en congresos y hasta publiqué en una revista de interés científico. Me gusta compartirlo, lo disfruto y siento que es un aporte a la cuestión.
En medio de todo esto empecé a formarme en literatura narrativa con ese viento que todo empuja llamado Marea Emocional. En un taller, donde previamente habíamos leído un cuento de Enriquez, se nos presentó la consigna de escribir sobre lo monstruoso de la cotidianeidad. Solté la mano sin mucha idea y salió un cuento que relata un abuso sexual infantil. Terminé descompuesto y esa noche casi no pude dormir. Qué potencia tiene la escritura narrativa. Bastó transformar la ciencia en arte para que el protocolo de entrevistas se transformara en una maquinaria para escuchar el horror. Esta semana salió mi primer libro NO MIRES, hay gente horrible.
5. Papá es un ídolo
Hace unos días. Volvamos a las pantallas. Mientras hago uso del pasatiempo preferido de la posmodernidad, el escroleo en redes sociales, me aparece un reel de una cuenta que sube contenidos de los 90/2000 que hoy resultan llamativos, pero en su momento eran hasta humorísticos. Es la escena de una película argentina. En un baño se puede ver a cinco niños, filmados de espaldas, meando en sus respectivos mingitorios, uno al lado del otro, mientras Francella, que actúa del papá de uno de ellos, los espera detrás, impaciente, mirando el reloj. En la escena siguiente, cambian los roles, quien mea es Francella y los chicos miran. Ocurre el siguiente diálogo.
Niño 1 a sus amigos:
—Chicos, vengan a ver la de mi papá —se acercan todos y arriman la cara hacia donde mea el personaje de Francella.
—¡Uuuuh, woou! —hay asombro en los rostros de los niños que se muestran inquietos como quiénes han descubierto el fuego. Señalan, se codean. Francella corresponde a las alabanzas recibidas con una expresión de orgullo y una de esas caras que ya son un latiguillo y seguro te podés imaginar mientras lees esto.
Una película para toda la familia. Hasta en las mejores, diría Intebi. Cinco niños le miraban la pija a un adulto que responde con orgullo. ¿El nombre de la película tendrá algo que ver con esa escena?
6. Con mis hijos no te metas
Así se titula el lema, paradigma y bandera que levantaron los opositores de la ESI. Ese núcleo duro y ruidoso que por desgracia aún encuentra resonancia en muchos funcionarios de cuya firma y sello dependen decisiones políticas fundamentales para las políticas de Estado.
En resumen, la filosofía anti-ESI sería más o menos así: la educación sexual bajo ningún punto es algo que debe ser parte de las currículas escolares y mucho menos a temprana edad. Debería, por el contrario, estar reservada al ámbito privado y a la libertad de cada grupo familiar para decidir cómo abordar el tema.
Vamos a omitir los detalles más ridículos acerca de los sentidos y status que estos grupos encuentran amenazados por la ESI y protegen con el silencio de sus hijxs. No se requiere demasiado análisis para notar que es una cosmovisión peligrosa.
Si la Escuela como institución socializadora por excelencia “no se mete” en la educación sexual, los lobos que andan sueltos detrás de las pantallas, en las plazas, en las calles, en la legislatura, en los bares, van a encontrar muchos corderos atados, mudos, confundidos, sin herramientas para entender la naturaleza violenta de ciertos acercamientos.
La principal herramienta de un agresor sexual para acceder a su víctima no es la violencia física o verbal, si no la manipulación, el encanto, la promesa, la seducción velada. Ese fetichismo de la marginalidad que supo describir César González (2021) tal vez también haya construido un estereotipo de agresor sexual con notas pibechorrescas o monstruosas. Pero no, como en casi cualquier otro delito, los de mayor volumen e impacto al colectivo social se encuentran donde tal vez haya un disfraz de éxito, de productividad, deseabilidad social. Los lobos de traje, como Germán.
7. Esto si es para cualquiera
Podría seguir, pero quedarán muchos apartados pendientes porque no termina más. En el horror, con poco se entiende mucho. No requiere explicación, solo poner el tema sobre la mesa sin velos. Hay que mirar, y sobre todo, mirarnos. Observar lo que nos ocurre.
Hay algo que debe ser privado siempre y es el cuerpo. Privado de la posibilidad de que otro decida por él. Incluso siendo el consentimiento porque, como bien indica un artículo (Yellati, 2011), consentir no se trata solo de decir sí o no, se trata de las condiciones en las que se expresa esa voluntad. Por eso, las infancias necesitan de adultos capaces de tomar decisiones saludables, responsables que los escuchen e incluyan como sujetos de derecho, no como pequeñas estatuas a moldear bajo semejanza. Poder decirle desde muy pequeño a un niño o una niña que nadie puede tocarlo o sacarle una foto sin que el lo autorice. Erradicar costumbres como el obligar a besar con consignas culpabilizantes “dale un beso a tu tía no seas malo que te vino a visitar”. Psicoeducar a los familiares de otras generaciones que quizás no contaban con las mismas herramientas que hoy tenemos a disposición. Y quizás la más importante: erradicar los secretos inocentes. “Tomá esta golosina, pero no le contés a tu mamá ni a tu papá”. Sí, ya sé, es una tontera, no vas a comparar que un abuelo le dé una golosina o que una maestra prefiera esconder una discusión entre compañeritos de salita, con el grooming.
Soy padre y este es en uno de los temas en los que siempre voy a ejercer mi derecho de exagerar. Lo cierto es que de pequeños secretos y de inocentes juegos se habilita la posibilidad de que, desde muy pequeños, ocultar tiene un beneficio y silenciar tiene un premio. Se construye un código donde el niño o la niña queda expuesto sin saberlo. Ahí está el peligro.
Participé como perito psicólogo de parte en muchos procesos por delitos contra la integridad sexual en casi todas las instancias del proceso: presenciar cámaras Gesell (entrevista de declaración testimonial), psicodiagnósticos, prestar testimonio en juicio, escuchar declaraciones de todo tipo de testigos. Puedo contar mil maneras en las que agresores sexuales de infancias, a veces familiares, han manipulado y convencido a sus víctimas para “jugar” con ellos y sostener el secreto por años. No se trata solo de redes de pedofilia que ocurren por las sombras, en la Deep web, en islas a donde los organismos de control internacional no acceden y los magnates sacian su voracidad y ambición sexual infinita. Se trata de una película familiar donde un niño que le mira la pija a un adulto es un chiste o algo que da orgullo. Se trata de un presidente que desde sus redes da like a un meme sobre el diputado que distribuye material de violencia sexual o compara al estado con un pedófilo en un jardín de infantes. De la IA y la venta de contenidos de violencia sexual que está creciendo entre adolescentes. Se trata de un momento histórico donde todo es reducido a un objeto de consumo y las pantallas multiplican las posibilidades de que un agresor sexual encuentre un niño/a vulnerable y sin la red de cuidados necesaria para advertirlo a tiempo.
A veces hay que remover y descomponerse para devolverle al tema el horror que lo cotidiano le quita.
Como dijo aquella profesora brillante, laburar en esto no es para cualquiera y requiere de muchísimo acompañamiento. Lo que sí es para todxs es tener la certeza de que esto sucede y hay que hablarlo. Cuidar a las infancias para que no sufra nadie más, o al menos, que cuando ocurra, cada sobreviviente cuente con el apoyo y acompañamiento necesario en salud, educación y justicia. Ojo con las pantallas, que sin cuidado pueden ser la nueva guarida de los viejos lobos.
De igual manera, gracias a Total Interferencia por llevar esto a una pantalla.
Usamos el eufemismo “articular” para referirnos a toda acción previa que intente evitar que nos encontremos con una puerta inesperadamente cerrada en medio de una urgencia, válida para la justicia, una guardia hospitalaria o cualquier institución.
Martín Landers es Psicólogo y docente (UNT), músico, orgulloso trabajador de la cultura, la salud y la educación pública. Inició su camino como escritor publicando para congresos, en revistas y otros espacios de interés científico, sobre temáticas vinculadas a sus especializaciones en Drogodependencias (UNT) y Psicología Jurídica (UNC). Desde 2023, a partir de su participación en talleres Prohibido No Mirar de Marea Emocional, experimenta en la ficción narrativa: cuentos, relatos y crónicas. Además, es papá de Valentín, un gran contador de historias. Publicó su primer libro de relatos, cuentos y crónicas NO MIRES, hay gente horrible (2024, Monoambiente Editorial).
Impecable Martín. Una mirada tan lúcida cómo urgente en estos días. Gracias por tus palabras.